sábado, 5 de octubre de 2013

Un sueño

Un poco después de haber dejado atrás su rostro, y el miedo, creí encontrar la paz sosegada referida en los múltiples nirvanas descritos por los sabios. Reconocí en los surcos de sus nobles pechos, las tímidas y firmes fuerzas de su cariño, y en las suaves frases pronunciadas desde el ocaso tácito de su placer, los motivos suficientes para tomar por ciertos sus argumentos.

Recordé de nuevo otras palabras, ya roídas por los años, "Ya ves, tantas veces que has entrado en esta casa y te he mirado y no te había visto", y sentí renacer en mi los vividos recuerdos de una pasión insoluta e imperfecta presa de resoluciones ajenas.

Pausé mi mirada, mis pasos y mis ánimos; encontrándome de frente al mundo, esa masa insuperable e irreducible, y observando inerme como todo  mi ser era aplastado y corroído por sus aires y señales. Levanté, sin más intención que encontrar salidas, mi mirada al cielo para hallar sin esperanza la redención destinada a los mejores. 

Por último desperté, y entendí otra vez, que seguía soñando dentro del sueño, y que aun despierto (dentro del sueño) podía creer que no lo estaba o que si, pero que no importaba, porque equivalente a una vigilia eterna entre tantos y tanto, era una tarde tibia de cualquier día lista para ser dormida.