jueves, 23 de junio de 2011

Espera

Nos encontramos con sin querer, en una calle, una calle angosta y vacía; caminaba solo llevando un libro en mi mano, haciendo como si leyera cuando en realidad le observaba, su andar marcado se habría paso en la densa soledad de la rua , como pidiendo que le notaran, lo hacía con la mágica gracia de la indiferencia.

Cuando le tuve al frente no puede evitar pensar en lo juntos que nos pone imaginar. Dijo – ¿qué miras?- con un tono tan suave que no sentí temor, no pude responder, pues un pueril impulso me retenía llenándome de arrebol. – Otro tímido – afirmó sin fuerza, así que tomé coraje y respondí – A nada, digo a nadie… bueno a ti, sabes es que tienes… tenes uno de esos aires mansos que me incitan a mirar. –

– ¿Mansos? , difícil de entender– era cierto, ¿mansos?, ni yo entendí a qué me refería cuando lo dije, fue una de esas cosas que se dicen sin querer, no obstante manso me pareció un calificativo adecuado para describirle después. Jugó con mis ojos, aprovechándose de que los suyos me cautivaron enseguida, no fue lo único que hizo, sus tímidas insinuaciones me provocaron sutilmente; recorría con sus dedos mi cabeza cantando un soneto triste mientras miraba hacia arriba, hacia las montañas, al tiempo que mis manos inquietas buscaban suavemente acariciar sus dóciles mejillas esbozaba una sonrisa.

Era evidente que no pensaba en mí, sus ojos húmedos develaban la angustia de una espera, esto no me molestó, porque de alguna manera esa espera también era mía.