jueves, 1 de noviembre de 2012

Ahora

No hay más momentos que los de ahora para ocuparme de mis asuntos, pensar en el futuro para hacerlo es siempre un absurdo, ¿acaso no es el futuro un ahora postergado?, lo es, el futuro es el ahora de unos minutos más tarde, quizá de unos años más tarde, pero no deja de ser una ahora o lo que es lo mismo, una clase de ahora. Lo mismo se puede decir del pasado, que no es más que un ahora vejado. Lo que distingue a un ahora no es su espacio en el tiempo, sino precisamente lo que lo compone; esa serie de cosas únicas que son, fueron o serán, que lo hacen a su vez recuerdo o posible recuerdo que uno de nosotros guardará para sí.

jueves, 27 de septiembre de 2012

Visión

-Respirando hondo, tomando para mi mismo lo sensible, llenando de mundo mi cuerpo, me encuentro de nuevo ante mi antiguo debate, mis viejos sueños y temores. El mundo me penetra, evitarlo sería un suicidio, pero creer que por ello vivo es absurdo. Hoy las miradas aunque siempre lejanas, parecen menos propias; los gestos de aprobación, que las llenan o se omiten, en su composición cada vez me valen menos.

Sin motivos aparentes, por el lente elevado de los libros, desde el lugar de los libros, al que llego en mis horas propias; se van congestionando mis ojos con una ambigua mezcla de mundo y sensaciones, la controlo; no obstante se siente como un dolor que nubla la visión; y si acaso la visión no fuera lo importante y tal como dijera Borges, el perderla fuera como un largo atardecer y la contemplación, hecha infinita por la desesperanza, del mismo me permitiera encontrar el mundo inteligible, ¿ acaso no sería lo que en un principio un problema y fuente de dolor, visto como lo expongo, una dávida divina y esplendida para contemplar lo perenne?

- Sin duda, es claro que  así sería.

miércoles, 19 de septiembre de 2012

Silencio

Después de tres horas de conversación y de escuchar la insinuación absurda de la verosimilitud de su tesis de seducción, pensé en sentenciar , "Solo así, tomando y agitando la parte más larga y más dura de cada hombre, la que le constituye y le da soporte, entre las manos para sacudir con firmeza hasta el más recóndito recinto de su existencia, podrá obtenerse de cada uno lo mejor de si"; de inmediato me percaté del aspecto pintoresco que hubiese investido a esa aseveración y de la apología al acto cándido de la autosatisfacción que constituía; sin embargo no fueron estos los motivos para omitir su mención, y evitar así, su existencia en el mundo de lo fáctico.

Lo cierto fue lo que sigue a continuación, que como otro antes dijera, por la forma en que se enuncia, podría asemejarse más a un embutido que a una concatenación coherente de palabras escogidas; mi razón fue, que creí  haber creído esa opinión irrelevante, mientras me encontraba despierto del sueño eterno de lo infinito, contenido por la nube de cosas enlazadas que configura lo que los otros solo en apariencia pueden conocer de mi, y que tanto afecta lo que yo mismo puedo concebir como mi consciencia y esencia, por cuanto interactua con eso que otro en algún momento nombró como lo que acaece.

Ya aclarado ese aspecto; mi relación con él, su mundo y mi mundo, lo acaecido y acaesible, es evidente que me encontré frente a la disyuntiva de mencionar la ideas de otros que configuran las mías u omitir la enunciación de palabras y crear en el mundo del ser esa nada cargada de significación que se conoce como silencio y que es siempre distinta. Como develé en las primeras lineas por la conjugación pretérito perfecta de ese verbo contenedor de esa acción tan valorada por lo griegos, opté por lo segundo, que se hizo único y primero a través de la inacción de mi boca.

miércoles, 22 de agosto de 2012

Conciencia

Así, mientras esperaba y sólo después de haberlo pensado un rato, de discutirlo con sus recuerdos, concluyó, "Ya está visto que eso que desde otrora llamamos razón, no es otra cosa que un artificio más para jugar a entender, para ordenar, para creer". Recordó tres palabras clásicas de la autoridad (de la razón), las cuales no transcribo aquí más por temor a no entenderlas que por el olvido propio de mi memoria.

En 1637 dijo (uno de los suyos dijo) que no existía cosa en el universo mejor distribuida, dado que todos creían tenerla, no se equivocó, no hay mayor deseo en el cosmos que el de entender,  que el de creer.  Algo antes, en un momento cuya fecha exacta no recuerdo, pero ubicado entre los años 1280 y 1349, dio a entender que en lo simple se hallaba la verdad, aunque mucho antes y luego por mucho después siguió creyendo en lo absurdo de lo encerrado en esa palabra. Las horas pasaron, como pasa todo, y descubrió en la espera su placer, la verdad de nuevo cuestionada, el sabor de lo infinito.

Por fin algo llegó y en su afán de razonar pensó en presentarse, sin estar segura, quiso decir “Mi nombre es Humanidad, Humanidad González, Mucho gusto”; pero recordó que eso de los apellidos era tan solo otro de sus inventos y que quizá para él o ellos, eso o lo que fueran (o fuera) no tendría ningún sentido, además reconoció que podía escoger otro, con más historia, con más mentiras; no quiso extender este análisis a su nombre que sin duda tampoco lo superaría; decidió no darle importancia y continuó haciéndose para sí misma una idea propia que transmitir sobre lo que conocía y no, de su conciencia.