sábado, 1 de enero de 2022

Hoja en blanco

No siempre es fácil escribir. Las palabras no se prestan o las ideas se escurren de manera evidente. La terrorífica hoja en blanco resplandece con esa supuesta pureza de la que hace gala, y que solo el ojo agudo es capaz de percibir como la burla que en realidad es. No solo las musas son culpables de esa falta de inspiración, también lo son el cupido distraído y las obligaciones del mundo que proveen el sustento. 

No obstante, cuando se vence el miedo, las líneas comienzan a brotar. Como las raíces chinas que pululan tímidamente en un pequeño invernadero, y que nunca serán parte de un bosque tropical o la selva amazónica; y sin embargo son verde y signos de la vida. Vida encriptada en el sentido de las palabras que se arrebatan al abismo.

martes, 10 de julio de 2018

Enigma de martes

Una línea fina divide la calle y la vida,
Dos párrafos y sus letras (enteras y formales) aguardan ser escritos.
Ajenos a la espera,  otros viven lo mismo.
Enérgica réplica soterrada.
Adopción pobre del estándar de la vida.
Tu, yo, otros. Como modernos Sísifos,
Día tras otro,
Subiendo,
y rodando.

martes, 9 de enero de 2018

Elegía a la indigencia

Hay cándida alegría en la mirada turbia del desvalido, de aquel indigente que ha tomado por destino las calles y los ríos de ciudades infames de noches rojas y blancas y amarillas. De soledades adornadas por dinero y automóviles, y jóvenes y ancianos, y esas cosas de edad media que viven el sueño profundo del mérito y la apariencia.

Enormes brechas sanjadas por la efímera magia de una mortífera libertad de bolsillo, dan a sus rostros (los de ellos) los gestos de los mayores y a sus mentes los estados oníricos del paraíso, mientras sus cuerpos se corroen por los vapores del Chanel y la descomposición de sobras de costosos alimentos.

Enérgicos e impúdicos emprenden diariamente recorridos de inconsciencia, en la entrega arrebatada de su aliento a obras sin sentido, en lugares ajenos y modernos, de hombres con corbatas de avioncillos y cafés expresos.

Satisfacciones fútiles, en las escasas horas y vigilias largas, desprendidas de lo importante, configuran lo bajo y lo llano de su sentido, y el propósito frío de caminar entre despojos con los pies calzados con vida de otros. 

Hay cierta alegría profunda en los que a diferencia de los anteriores, en medio de ciudades orgánicas, de luces blancas, y amarillas, y rojas; en medio de los despojos humanos ataviados de corbatas, y trajes y zapatos de tacón, hayan la anhelada paz en el Parnasso de su ser. 

domingo, 16 de julio de 2017

Las tardes y las noches

"Nadie rebaje a lágrima o reproche 
Esta declaración de la maestría 
De Dios, que con magnífica ironía
Me dio a la vez los libros y la noche".
Poema de los dones. JLB.

Esperando la señal que rompe el silencio. Creyendo en lo posible del encuentro. Tomó por signo de aquello compartido, las letras y los gestos. Los múltiples y breves elementos que a lo largo de los días, alentaron a la búsqueda del improbable centro, en su rostro y sus suspiros. Procurando sin apuro, la danza de palabras y saludos, de esperas y sonrisas, que prefiguran el futuro y el anhelado beso. 

Las tardes y las noches (medios días) tornaron sin quererlo, los deseos en presente, los encuentros en recuerdos y su rostro (su perfil), en el rostro de la vida. Bastando (cual si fuera poco) para pensar nuevamente, en la alegría de existir. Mientras que con timidez fingida, en medio del frío atenuado por la luz y su abrazo, decidió hacer a un lado el velo, para mirar (tocar, oler, besar). Queriendo alargar los minutos o  devenir, como la escena del banquete, en memoria indeleble. 

Y como si quisiera darse a entender que, aquello que en verdad se espera en realidad acontece, el calor que solo en la noche compartida (doblemente sentido, doblemente vivido) se nota, permite decir que eso, la esperada señal, no era requerida o que si lo era, podía ser ignorada en el mundo contingente de lo que acaece.

miércoles, 7 de junio de 2017

Recuerdo y potencia

-N-...People never run away from anything.(A pause)You know what I think? I think we're all in our private traps, clamped in them, and none of us can ever climb out. We scratch and claw ... but only at the air, only at each other, and for all of it,  we never budge an inch.-M - Sometimes we deliberately step into those traps.-N- I was born in mine. I don't mind it anymore.

Psycho (1960) by Joseph Stefano.


Atrapados por la tranquilidad y la pasividad eterna que entrega la satisfacción de los sentidos, acordamos de nuevo nuestro encuentro. Tímidos, sinceros y vacíos. Llenos de compromisos sin importancia, restamos de la lista prohibida, los anhelos vanos de proximidad. Entregando al tiempo, ente abstracto del aquí y el hora (la red sonora...) un símbolo más para integrar a la serie infinita que conforma el universo.

Las estrellas, invisibles esa noche, hacedoras de recuerdo y de potencia, acompañaron la memoria de la primera postura y el vínculo conjetural. Enclaves rotulados de alegría. Hondos suspiros, sucesiones.

Y bajo su luz (su recuerdo). Las trampas personales se revelan, como portadoras de sentido y basta seguridad. Paraísos de cucaña. Ideales mal deseados de felicidad atada e hipocresía que nos recuerdan nuestro miedo a la angustia y a la sensación de libertad.

domingo, 12 de marzo de 2017

Un Aleph como el de Borges

Sólo hasta la tercera vuelta me convencí de que el universo era enorme. El escepticismo propio de la época había infundido en mí un espíritu agudo y observador, desconfiado, que me llevaba a cuestionar todo aquello que decían. Por lo anterior se entiende perfectamente la actitud adoptada, comprensiva e incluso compasiva, ante las irrisorias declaraciones de Javier de haber encontrado un aleph, un aleph como el de Borges.

Javier me dijo que habiendo quedado maravillado por las revelaciones absolutas del misterioso punto, y convencido de la real existencia de este, puesto que Borges contemplándolo dijo haberle visto el rostro, y éste haberse sentido observado en ese preciso instante, y al no caberle duda de que en ese momento hizo parte del conocimiento revelado. Era más que absurdo el negarla. Había dedicado algo de su tiempo en buscar y referenciar los otros aleph que Borges enumerara al final del cuento, pues se convenció de que sería imposible encontrar el de Carlos Argentino.

La demolición de la casa, y por tanto el desequilibrio de las fuerzas cósmicas (que no se entienda por estas más que las que son: mecánica, gravitatoria, eléctrica y magnética) que lograron en su momento el maravilloso fenómeno, acabó definitivamente con éste, encontrando en los otros sólo mitos.

Sin rendir su empeño se dijo «ya que de la existencia del aleph no ronda duda alguna en mi cabeza y dado que el que quiere descubrir descubre, falta sino tiempo para que nos hallemos» y así esperó pacientemente el día en que su encuentro se diera. De esto ya muchos años pasaron. Ya lo había encontrado, me dijo. Ante esto sólo tuve el impulso de conocerlo, al igual que Javier supe de lo real del aleph desde el principio, pero nunca emprendí su búsqueda, me encontraba en divagaciones confusas que absorbían todos mis ánimos, sumiéndome en profundas depresiones y, ascendiendo de vez en cuando a las altas cúspides de la felicidad. La curiosidad por el espectáculo a contemplar, el universo entero, los misterios que los sabios estudian, las imágenes que me son imposibles de imaginar; llegarían todas a mí.

Quedamos para encontrarnos. A su llegada percibí en su mirada amable y serena el placer de lo bien logrado, pero unos segundos después pude ver que la intranquilidad lo había habitado durante un largo rato. Nos habíamos reunido la última vez en un café del centro para conversar sobre la vida; siempre hemos gustado de esto, la administración y el desencanto. Del Javier de entonces, de pensamiento y palabra fluida, quedaba ya muy poco, o al menos eso me pareció esta mañana.

—Antonio, —Me dijo— ¿cómo te ha ido, acabaste ya la empresa en la que estabas?

—No, todavía no lo hago. Tu sabes lo difícil que es que quien escribe estime lo que hace, aunque admito que he mejorado muchísimo.

Luego de haber preguntado esto, más por cortesía que interés, apresuradamente trató de narrarme lo visto o vivido, según me explicó. De las minucias de su hallazgo no me informó.

De la experiencia que contó no transcribo nada, dado que su similitud con la de Borges permite que sea así mejor referida. Claro está que las imágenes que vio fueron todas distintas, excepto la de haberse visto observando todo el universo.

Conmocionado luego de haber balbuceado todo lo dicho, tomó su café y, sorbiéndolo, como nunca hizo —no que yo recuerde— puso gesto de disgusto y encendió un cigarrillo.

—Seguro estás creyéndome loco, hoy por hoy todos andan repartiendo ese título por doquier queriendo llevarse para sí la cordura y la salud de pensamiento.

—Javier, no equivocarías tu afirmación si a otro te dirigieras, bien sabes de mi condición.

—Lo siento.

Un ensimismamiento profundo nos separó del espacio en que nos hallábamos. Recordé la primera vez que leí el cuento y el interés desmedido que me había causado el sólo pensar que un hombre podría conocerlo todo, por lo menos en apariencia y, claro está, refiriéndome únicamente a la extensión del conjunto de las cosas. Me había impactado sobre todo el descrédito inicial que Borges le atribuyó al secreto de Argentino y cómo después comprobaría que era cierto. Siempre he creído que en los límites, lo real y lo posible son lo mismo.

El reloj de pared marcaba el medio día, y en su marco ovalado color plata vi cómo alguien se nos acercaba. En la mesa había dos tazas de las cuales una contenía aún un sorbo de café, un mantel a cuadros, con cada uno de ellos marginado por dos líneas, una gruesa y una finísima separadas por un pequeño espacio, unos dos o tres milímetros, ambas de color blanco, y un cenicero.

Dos colillas conté en el momento en que diluyó el silencio la terrible voz chillona de la mujer que nos atendía; una joven poco agraciada, cuya inseguridad era casi tan repugnante como la entonación de sus palabras, posiblemente dos o tres mundos se acaban cada vez que abría la boca debido a la longitud de onda con la que emitía sus sollozos.

—¿Se les ofrece algo? —Preguntó descaradamente la asesina intergaláctica ignorante del desorden armónico que causaba.

—No. —Parcamente respondió Javier. Afortunadamente lo hizo antes que yo, mi respuesta habría sido de seguro más violenta.

—¿Qué pensás? — Preguntó Javier, esta vez con ánimo de respuesta. No quise pronunciar palabra alguna pues esto me pasa a menudo.

Entendiéndome, sacó de su billetera dinero suficiente para pagar, pisándolo con la taza lo aseguró a la mesa, y haciendo un ademán con la cabeza me indicó que ya no habría más espera. Salimos de inmediato.

No diré nada sobre adonde fuimos, ni cómo era este Aleph, tampoco de lo que pensé al verlo. Únicamente les referiré algo de lo que vi, dejando claro que, al igual que Borges, no me es posible presentar sino una cosa tras otra.

Vi como una llovizna aminoraba los efectos del sol que, en ese momento, brillaba con todo su ímpetu sobre el centro de Varsovia, contemplé la difracción de la luz sobre los negros charcos de óleo que se formaban por el escape de un tanque de combustible, vi como dos mariposas danzaban y copulaban cerca, muy cerca, de la copa de un árbol de una ciudad enorme que no reconocí, observé con demasiada atención la indescifrable mirada de una mujer que caminaba sola por una «rue de Paris», vi el nacimiento de un novillo en una hacienda en los llanos, a tres niños que exploraban una montaña en cuya cima estaban las banderas de casi todos los países, vi una roca árida por dentro, tres moléculas distintas y la caída de dos imperios, la edad dorada de los aztecas y de los incas, vi también la esquina de un plano infinito y la maravillosa creación de un espacio a partir de tres vectores, el ocaso de una flor que lentamente tomaba un color café claro, vi la imaginación de Poe ¡y vaya que si era grande!

De las muchas otras cosas que vi, y que ahora no recuerdo, sólo puedo decir que no fueron tantas como imaginaba, de la imagen de verme observando todo el universo sólo digo que la vi, al igual que los que cuentan los otros relatos.

*Este cuento fue escrito en enero de 2010 y publicado por primera vez en la revista cronopio en marzo del mismo añohttp://www.revistacronopio.com/?p=1767

martes, 24 de enero de 2017

Lugares



-¿Lo creerás, Ariadna? -dijo Teseo-. El minotauro apenas se defendió

La Casa de Asterión. JLB.

Palabras, formalidad, y gestos, que dibujan en el otro la añoranza, se forjaron en segundos, para mutar en recuerdos lo que hasta el momento fue vida; mientras los bosquejos y las semblanzas dejaban en la memoria los cimientos de una nueva realidad.

No bastó el deseo, no sobró el afán; justos en medida y dispuestos se encontraron, para desatar lo necesario y decidir, con apoyo del tiempo, el nuevo lugar; en la búsqueda incesante por estar.

Espacio y columnas, jardines y vacíos. Periódicos rincones infinitos. El mundo. Redentores y abnegados.

Dejando ser y siendo; evitando la imagen de lo perdido, la casa dejó a Asterión.