lunes, 30 de mayo de 2011

Codicia

Las palabras nunca habían sido más reconfortantes, sus gestos nunca tan incitantes, rompió todas mis barreras, tomando lo que a su antojo quiso, dejando de nuevo solo despojos. Cuando por fin tuve despertar hallé moribundo aquello que otrora percibí mal, unas prendas cenicientas y un rostro satisfecho. Sus caricias forajidas aun quemaban los restos de mi razón buscando con especial ahínco lo más vano de mi existencia, mis recuerdos ya no son claros y, sin embargo no olvido la calidez de sus piernas, sus frases incoherentes, su sutil sonrisa.

Aunque su frágil apariencia disimulaba el fuego de su mirada puede darme cuenta al instante, de la fuerza que le carcomía el alma, una fuerza que provenía de la ignorancia honda de las leyes universales de la codicia.

No hay comentarios: